7 nov 2013

Estatico

A veces, soy capaz de no pensar nada, de no sentir, de no ser... solo mirar, observar, oir, escuchar...
Y es en esos momentos cuando el mundo se me hace grande, inmenso, eterno.Y entonces poco a poco lo empiezo a sentir; un látido, un pálpito, un susurro, un suspiro etereo, leve y ligero, que se mece en el aire gris azulado. Y ese azul... que sin quererlo me llena los ojos cada mañana. Bebo los días, sorbo a sorbo, tratando de saborear, como si de vino se tratase, un gusto adquirido, aprendido. Todos y cada uno de mis días contienen una simplicidad infinita, una sencillez reconfortante. Aguas canalizadas, mareas serenas. No hay nada especial que contar y a la vez cada instante tiene una significancia, una relevancia oculta, un gesto o un guiño del universo. Estoy en el buen camino. Nunca fue el fácil y no siempre fue el mejor. Aprendí a aprender, aprendí a dejarme llevar y a mirar por la ventanilla en vez de andar pendiente de la próxima estación. A ser quien quiero ser en cada momento y a ser quien tengo que ser cuando realmente tengo que hacerlo. Y lo más increible es que puedo hacerlo...
No, no hay nada especial que contar hoy, y lo más seguro es que mañana no lo haya tampoco a menos que llueva... pero... y eso que más da.

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